lunes, 24 de septiembre de 2007

Rosáceas

Rosáceas


Manzanas, peras, membrillos, cerezas, melocotones, albaricoques, ciruelas, frambuesas, zarzamoras y fresas son frutos producidos por miembros de la útil y hermosa familia de las Rosáceas. Es una enorme familia que incluye asimismo a la agrimonia, la pimpinela o sanguisorba, el serbal, más de 500 especies de espinos y, desde luego, a los rosales.

La mayoría de los frutales cultivados en climas templados pertenecen a esta familia que tiene varias subdi­visiones: entre ellas hay plantas con fruto de hueso como por ejemplo las cerezas y las ciruelas, las que tie­nen bayas como en el caso de las fresas y las frambue­sas, y las que dan lo que los botánicos llaman pomos.


Los insectos polinizan a todas las especies, razón por la cual tienen flores tan atractivas. Dependen también de las aves y de los mamíferos para propagar sus semi­llas —bien estercoladas— por lo que sus frutos son muy vistosos y además comestibles. Y así, con la ayuda de otros seres vivientes, el ciclo se renueva y las Rosáceas siguen alegrando nuestras vidas.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Zarzamora

Zarzamora


En la mayoría de las regiones templadas del mundo las zarzamoras crecen silvestres casi en cualquier lugar, y cogerlas constituye una diversión. De todas maneras, para contar con un suministro regu­lar vale la pena cultivar algunos arbustos.


Suelo y clima:

Existen diversas especies de zarzas y a partir de ellas se han obte­nido diversas variedades cultivadas que se adaptan a cualquier clima desde la región templada más fría hasta otras subtropicales. Prefieren un suelo rico y bien drenado (pH 7), en un lugar resguar­dado.


Multiplicación:

Las zarzas se propagan mediante esqueje, renuevos, acodo, o por división de la raíz, para lo cual se desentierra un trozo de planta con raíces y se la vuelve a plantar. El método más sencillo de todos es a partir de esqueje apical, que consiste en cortar el ápice de un tallo e introducirlo en tierra, donde echará raíces. Todo el material de plantación se envuelve en musgo o papel de periódico húmedo y se guarda en una bolsa de plástico hasta que se necesite.


Si se quieren obtener a partir de semilla hay que "estratificar­las", es decir, tenerlas metidas en invierno durante tres meses en una caja llena de arena a la temperatura ambiente y después alma­cenarlas a 4°C durante otros tres meses.


La plantación de esquejes, acodos, raíces o plantones se hace a finales del otoño o comienzos de la primavera. Las semillas se siembran al comienzo de la primavera. Hay que dejar 1.8 m entre los arbustos.


Cuidados durante el crecimiento:

Las moras crecen sobre las ramas del último año por lo que con la poda invernal deben cortarse todas las que ya hayan dado fruto, a menos que sean de las variedades "Himalaya" o "Evergreen". Estas fructifican durante varios años en la misma rama y no es necesario podarlas con tanta intensidad. Deben dejarse, por regla general, unas diez nuevas ramas fuertes para el año siguiente.

Plagas y enfermedades:

Roya: Se manifiesta en forma de esporas de color naranja intenso por debajo de las hojas. Si la planta produce tallos largos y delga­dos con hojas estrechas hay que mirar si está enferma. Deben arrancarse y quemarse los ejemplares afectados.


Recolección y almacenamiento:


Las zarzamoras están en condiciones de ser recogidas cuando casi se caen de la zarza. Se meten en cajas poco hondas en el refrigera­dor o se las congela para consumo en invierno.

martes, 18 de septiembre de 2007

Cerezas

Cerezas


Sólo merece la pena plantar un cerezo si el huerto reúne dos condiciones. Primero, ha de sobrar espacio después de haberlo dedicado a las hortalizas, los frutos de baya y los de mayor consumo, como los manzanos, perales y ciruelos; un cerezo ocupa una enorme extensión, a veces de hasta 45 m2. Segundo, el huerto debe estar relativamente libre de aves. Si no es así, devorarán gran parte del fruto, y entonces lo mejor que podrá hacerse será cultivarlo contra una pared y cubrirlo con una red.


Existen dos tipos de cerezas: las propiamente dichas y las guindas. Hablando en un sentido general, las primeras son para con­sumo en fresco y las segundas se destinan para cocción, embotellado y preparación de mermeladas. Las últimas tienen la ventaja que resultan menos atractivas para los pájaros y que se pueden cul­tivar en cualquier parte del huerto, mientras que las primeras requieren un lugar soleado o una pared orientada al sur. Hay una variedad de guinda, la garrafal, que es la más adecuada para cul­tivo pues es resistente y autofértil.

Suelo y clima:

Los cerezos crecen en tierra franca ligera y bien drenada. Prospe­ran incluso en terrenos de grava, aunque hunden mucho sus raíces por lo que deberá tratarse de suelos profundos. Los cerezos amar­gos crecen en arcillas mejor que los anteriores, si bien prefieren también un terreno ligero y profundo. Ambas variedades muestran preferencia por un pH de 6 ó 7 aunque toleran más cal que los manzanos llegando a admitir un pH de hasta 8. Crecen en climas templados, pero hay variedades que dan fruto en otros más extre­mados. Sin embargo, las flores de la mayoría de las variedades son sensibles a las heladas y no deben cultivarse en donde se produz­can embolsamientos de aire helado.


Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una labranza integral (es decir, una cava en profun­didad).


Multiplicación:

Las púas de cerezo suelen injertarse en patrones de cerezo silvestre. El más común es el Mailing 12/1. Lo más sencillo es comprar el cerezo que se desea, ya injertado, pero si uno mismo quiere preparar los propios injertos, en la página 99 se describen los métodos más apropiados. Como casi ningún cerezo puede ferti­lizarse a sí mismo, conviene tener dos variedades injertadas en el mismo árbol. Deben elegirse dos que florezcan al mismo tiempo. Los árboles se plantan igual que los manzanos. Hay que separarlos en el huerto 13 m. Si crecen en un arriate contra una pared, conviene cultivarlos en bancal profundo. En los demás casos son demasiado grandes para seguir este método.


Cuidados durante el crecimiento:

Se los poda según se indica en la ilustración inferior. Conviene apli­car una materia rica en nitrógeno a razón de 28 g por cada año de desarrollo del árbol, hasta que alcance los cinco años. Todo lo que hay que hacer es extender el producto utilizado por el suelo cerca de la base del árbol. Pasado ese primer período, deben aplicarse 140 g por año. Con 500 g de harina de semilla de algodón o 225 g de harina de sangre se facilitan al árbol los 28 g de nitrógeno reco­mendados.


El suelo debe permanecer desnudo debajo de los cerezos durante los cinco primeros años, aunque no hay que excavar en profundi­dad. Es suficiente con una labor de azada o un acolchado. Tras el quinto año se eliminan las malas hierbas y se plantan algunos nar­cisos, tulipanes o crocos a su alrededor, se siembra césped y se deja crecer. La otra posibilidad es dejar correr unas gallinas por debajo. Si se hace esto hay que asegurarse de que son las suficientes como para producir 11 kg de estiércol al año.


Plagas y enfermedades:

Pulgón negro: Estos pulgones hacen que las hojas se ricen, fenó­meno acompañado a veces por la aparición de manchas negras. Si los árboles están invadidos hay que rociarlos con una solución de alquitrán o caldo borgoñés.

Mal del plomo: Si no se controla esta enfermedad llega a matar el árbol. La causa un hongo que vive sobre madera muerta por lo que no aparece si se poda bien a principios del verano y se recubren las heridas con pintura.


Recolección

Las cerezas dulces se recogen cuando están maduras y se las con­sume de inmediato. Las acidas se arrancan dejando el pecíolo, de lo contrario se las desgarraría.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Ciruelas

Ciruelas


Las ciruelas son cultivos sencillos comparados con las manzanas, las peras y los melocotones. Son bastante resistentes, no sufren excesivas enfermedades y dan abundante cosecha por espacio de varios años. Hay multitud de variedades entre las que destacan la damascena, la Claudia, la de dama, la de pernigón, etc.


Suelo y clima:

Los ciruelos prefieren suelo profundo pero prosperan también en arcillas o margas profundas siempre que estén bien drenadas, pero no en las superficiales y secas. Los ciruelos damascenos toleran algo mejor los suelos poco profundos. Los ciruelos florecen tem­prano y son, por consiguiente, vulnerables a las heladas primavera­les por lo que no se los debe plantar en lugares en donde se reman­sen bolsas de aire frío. Lo mismo que otros frutales de climas templados, necesitan pasar por una fase de inactividad durante los inviernos fríos.


Tratamiento del suelo:

El mejor es un suelo de reacción neutra, con un pH de 7 más o menos, por lo que habrá que encalar si es ácido. Se labra (cava profunda) la tierra antes de plantarlos y si es posible se cultivan una o incluso dos cosechas de abono verde. Se las entierra después con la azada o con el motocultor. El terreno debe estar bien drena­do. De lo contrario, hay que llenar el fondo del hoyo con una capa de 30 cm de piedras y enterrar una tubería que conduzca el agua hasta un foso o un terreno más bajo.


Multiplicación:

Los ciruelos comunes y los damascenos han de injertarse siempre, como también lo estarán casi siempre los adquiridos en vivero. "Myrobalan B" es un buen patrón para árboles grandes de fruto abundante que toleren la arcilla. "St. Julien A" y "Common Plum" son mejores para ejemplares pequeños. Los ciruelos se plan­tan igual que los manzanos. No son autopolinizantes por lo que hay que plantar al menos dos, o más variedades compati­bles. Hay que asesorarse al respecto en un vivero. Hay que dejar 7 m entre los árboles formados (o pie alto) si están sobre patrón "Myrobalan", y 4.5 m entre los ejemplares plantados sobre patrón enano como por ejemplo "St. Julien". Los ciruelos se plantan tam­bién en bancal profundo circular. La plantación se hace a comienzos del invierno, pero en las regiones de inviernos excepcionalmente fríos se efectúa al inicio de la primavera.

Cuidados durante el crecimiento:

La abundancia de abono favorece a los ciruelos. Es muy conveniente soltar gallinas u otras aves por debajo de ellos; si no, hay que aplicar una buena cobertura de compost o estiércol de establo o de vacuno.


Poda: Los ciruelos se podan para darles las formas diferentes. La primera poda se hace en el momento de plantar el árbol, y las posteriores a comienzos del verano, ya que si se reali­zan en invierno existe el peligro de aparición del mal del plomo.


Los ciruelos producen algunos años un peso considerable de fruto y como sus ramas suelen ser bastante débiles, aquellas que tengan mayor cantidad de fruta requieren soporte. Hay dos mane­ras de hacerlo.


Plagas y enfermedades:

Los ciruelos sufren las mismas plagas y enfermedades que los man­zanos (véase Manzana) aparte de algunas propias.

Mal del plomo: El síntoma es que las hojas se platean, pero la enfermedad ataca y mata a todo el árbol. Lo causa un hongo que crece sobre madera muerta. Cuando se hace la poda intensa de comienzos del verano hay que quemar el ramaje cortado y cubrir las heridas con pintura con lo cual se queda a salvo de la enferme­dad.

Tizón bacteriano: Se evidencia primero en forma de rayas negras sobre los brotes jóvenes. Aparecen más tarde manchas negras sobre las hojas y los frutos, que se vuelven incomestibles. No hay más cura que podar y quemar la madera cortada. Algunas varieda­des son más resistentes que otras. El patrón "Myrobalan" confiere un cierto grado de inmunidad.

Pudrición del corazón: Se produce a veces cuando se dejan en el árbol tocones serrados; los tocones curan con lentitud por lo que las bacterias pueden penetrar y matar la madera que hay por debajo de la corteza. Para evitarlo hay que cortar todas las ramas a ras del tronco.


Recolección y almacenamiento:


Para preparar mermeladas o jaleas, o para embotellar (para lo cual las ciruelas son excelentes), se recogen los frutos cuando aparece el vello sobre ellos aunque antes de que se vuelvan blandos. Para consumo fresco se las recoge cuando están maduras, que es cuando se arrancan con facilidad del árbol. En los climas secos y cálidos las ciruelas destinadas a ser pasas se dejan en el árbol hasta que están bien secas y caen con facilidad. Se las seca después en bandejas al sol. En climas húmedos hay que hacerlo por medios artificiales.